viernes, 27 de abril de 2012

La magia de las Mandalas




Los Mandalas son dibujos centrados basados en la geometría sagrada, que se desarrollan desde un centro hacia los puntos cardinales, se dice que estas cuatro orientaciones se relacionan con las cuatro funciones en que se divide la conciencia humana: pensar, percibir, sentir e intuir. Su orígen se sitúa en La India pero se han encontrado una especie de mandalas también en otras regiones como el Antiguo Egipto y zonas de América como la tierra de los Navajos, los Aztecas, Incas. En la naturaleza, también encontramos mandalas por doquier.
Los tibetanos utilizan las mandalas para meditar. ¿ Por qué? porque su elaboración hace que te concentres. No son meros círculos llenos de color sino que tienen aplicaciones terapéuticas al ayudar al cerebro. ¿ Cómo? Pues el hemisferio izquierdo se fija en las formas geométricas de las Mandalas y el derecho en los colores: la creatividad.


Aspectos psicológicos y
espirituales:
Uno de los padres de la psicología, Carl Jung, utilizo los mandalas en terapias siquiátricas con el objetivo de alcanzar la búsqueda individual de cada uno de sus pacientes.
Jung elaboró una teoría sobre la estructura de la psiquis (mente) humana, sosteniendo que los mandalas representan la totalidad de la mente abarcando tanto el consiente como el inconsciente.

Según la psicología, los mandalas representan al ser humano. Interactuar con ellos es un poderoso instrumento para sanar las fragmentaciones psíquicas y espirituales, ayuda a manifestar la creatividad y a reconectarnos con nuestro ser esencial.

La creación de mandalas es una meditación activa que nos conecta con nuestra propia esencia, permitiéndonos expandir la conciencia y mejorar la comunicación con el mundo.

A medida que se avanza en la creación o meditación sobre un mandala, se comienza a escuchar la voz de nuestra intuición, desarrollamos de esta forma, la capacidad de curarnos física y psíquicamente, desarrollamos la auto aceptación y la auto observación de una manera natural e intuitiva.

Quien realiza o medita sobre un mandala, emprende un viaje en el cual descubre que cada parte del mandala forma parte de un todo, que cada parte del universo forma parte de uno mismo, descubriendo de esta forma una integración, un equilibrio unificador.

•BENEFICIOS DE TRABAJAR CON MANDALAS
1.Invitan a viajar al centro del ser, para encontrar equilibrio y la reconciliación con uno mismo.
2.Permiten aflorar conflictos y sanar la fragmentación psíquica y espiritual que es una de las causas de los desordenes mentales y la depresión.
3.En la salud ayudan a alcanzar estados de relajación, controlar el estrés y fortalecer el sistema inmune.
4.Estimular la creatividad y desarrollar las potencialidades del hemisferio derecho y el izquierdo,
5.Lograr en los niños el desarrollo de la concentración y atención.
6.Meditación activa.
7.Disminución de la conducta violenta y
8.Desarrollo de la paciencia.





para colorear a su gusto. 
Si desean usarlas de forma terapeútica para liberar emociones y situaciones inconscientes deben colorear de adentro hacia afuera y de desean hacer introspección coloreen de afuera hacia dentro. 
Si tienen niños se las recomiendo para aumentar los niveles de atención y concentración. 


fuente: http://florecimientohumano.blogspot.com

jueves, 19 de abril de 2012

NAA WAYUUKANA, LOS WAYUU


Parte 3…


SÜI, JAMA´A
CHINCHORRO, HAMACA


"... en ellos se descansa,
se procrea, se muere
y antiguamente en ellos se envolvía
el cuerpo del difunto..."






El chinchorro y la hamaca presentan diferentes partes.
Un cuerpo o saja'püin tejido en telar, con técnicas que diferencian la hamaca del chinchorro.
El cuerpo remata en las cabeceras o shikii süi, serie de mallas trenzadas con los hilos terminales de la urdimbre.
Las cabeceras van atadas a las cabuyeras o kauyeera, tejido de argollas que remata en una agarradera anudada.
A ésta agarradera se ata un hico o jiikü shejerü süi, especie de cordel largo formado con hilos fuertes retorcidos, que permite guindar hamacas y chinchorros.


Jama'a, Hamaca

Es una tela compacta y pesada, que carece de elasticidad y de transparencia, hecha en tejido plano o paleteadollamado así por la paleta a'tia, instrumento de madera fuerte, con el cual se comprime la trama.
La hamaca está compuesta por una urdimbre densa y tupida que en el tejido predomina sobre una trama, que va oculta entre los hilos de la urdimbre.
Los bordes laterales de la hamaca se trabajan en "tubular", la misma técnica utilizada en el si'ira; y los hilos terminales de la urdimbre se dejan libres para luego tejer las cabeceras.
Se encuentran hamacas de un solo color, aunque son más frecuentes las de varios colores, colocados en franjas y líneas verticales sobre un color de fondo.


Fuente: Título: Wale Keru. Tomo 1

Fecha de publicación:
Palabras clave: Indígenas de Colombia

Descripción: Libro editado por Artesanías de Colombia, en donde describe los usos y procesos de las artesanías de la cultura wayuu
Biblioteca Luis Angel Arango 

NAA WAYUUKANA, LOS WAYUU


Parte 2…
SUCHUKUA A´ANAA SUTUMA
WAYYU KAAMAIRÜ
EL TEJIDO, MITO Y LEYENDA


 

"...Wale ´Kerü es la araña,

la única que enseñó a los wayuu.

Haciendo caminitos les mostró la forma

de tejer y crear los dibujos..."


 
Wale ´Kerü siempre hace los dibujos
antes de la primavera.


 

Wale'kerü es una tejedora! apenas amanecía y ya tenía hechas fajas y chinchorros.

 

Los Wayuu le preguntaban que cómo lo había hecho y ella entonces comenzó a contarles...


Ware'kerü enseñó primero a una sola mujer... Yo les enseño a tejer, si a cambio ustedes
me dan un burro o una cabra... les decía.

Entonces los Wayuu le dieron sus prendas y collares.
Wale'kerü se enamoró de un Wayuu y un día se fugó con él.

Él, la llevó donde su familia y la madre del Wayuu le dijo: ...toma éste material para que
hagas las fajas... y Wale'kerü se comió todo el algodón.

De su boca salía el hilo ya torcido y preparado.
Wale'kerü tejía por la noche y al amanecer ya tenía una faja hecha.

Un día Wale'kerü dijo a los Wayuu ustedes creen que yo soy una cualquiera ... vengo a
observar que no han podido hacer lo que ustedes aspiran...

Entonces Wale'kerü empezó a hacer un caminito con cada dibujo y ellos aprendieron.
Enseñaba a las muchachas que permanecían en el encierro: les pedía mucha atención,
que no miraran hacia los lados, que no se distrajeran, pues ella no podía estar enseñando
siempre ...



Las mujeres Wayuu aprendieron entonces de Wale'kerü y ésta las observaba cuando
tejían en el telar.





Ellas le decían: quítate! tú eres muy pipona... qué haces aquí pipona!
Ella les respondía: ...si supieran ustedes que tengo en mis manos los mejores dibujos y
que se los voy a regalar...

Fue en ese momento cuando Wale'kerü y los Wayuu se comunicaron para hacer lo que
hoy es Kanasü, telaraña.


 

KANASÜ
DIBUJO


 

Kanasü siempre ha sido

muestra de amistad!

 
..."Me compraron por mi kanasü,

como al resto de mis hermanas"...

cuenta una anciana wayuu


Kanasü significa dibujo. Es el arte de tejer dibujos.
Entre más complejo el Kanasü más costosa es la pieza y mucho más apreciada la mujer que lo sabe tejer.
Los dibujos de Kanasü son interpretaciones de la naturaleza, de lo cotidiano del mundo Wayuu.
Son figuras geométricas de gran complejidad, muy estilizadas, cada una con nombre y significado propio. Algunos de ellos como …




Antajirasüque se unen, que se entrecruzan.

Arireya, como la lengüeta de la flecha.
Atsantouyaade doble codo.
Iiwo 'u yaacomo las estrellas que anuncian la llegada de las lluvias.
Jalianael dibujo más sencillo.

Jime'ouyaaque recuerda el ojo del pescado.
Kalepsü, como el gancho de madera usado para colgar objetos.

Kuli'ichiiyacomo el tejido de los techos.

Marüliünayaaen camino torcido.
Molokoono 'utayaacomo la caparazón del morrocoy.
Paralo 'uasque está uno encima del otro.
Pasatalo 'uyaacomo las tripas de la vaca.
Püliikeerüyaacomo la vulva de la burra.
Siwott'ouyaacomo la huella que deja en la arena un caballo maneado.
Ulesialimpio.
Wikiiyacomo la cabeza de una culebra.
Walenayaacomo el grabado que se le hace a la walena, utensilio de cocina.




 



Fuente: Título: Wale Keru. Tomo 1
Fecha de publicación:
Palabras clave: Indígenas de Colombia

Descripción: Libro editado por Artesanías de Colombia, en donde describe los usos y procesos de las artesanías de la cultura wayuu

Biblioteca Luis Angel Arango 

NAA WAYUUKANA LOS WAYUU


Parte 1…


"... La Guajira, los Wayuu

somos una patria chiquita

porque vivimos

con leyes y costumbres

que han estado siempre..."



En la península de la Guajira desde hace varios siglos habita el pueblo Wayuu, hombres y mujeres recios, con una cultura y tradición que se han mantenido a través del tiempo.


Su lengua, el Wayuunaiki, la heredaron de sus ancestros Arawak, quienes fueron perseguidos por tribus caribes que los empujaron siempre al norte, hasta llegar a la Península de la Guajira.



La Guajira está situada en la América del Sur, en la frontera colombovenezolana.

Tierra plana y semidesértica que tiene a lo largo de sus extensas costas, playas arenosas de belleza natural, tales como el Cabo de la Vela, Bahía Honda, las Salinas de Manaure y Musichi, el Valle de los Flamencos. Pequeñas serranías como las de Cosinas, Jalaala, el Cerro de la Teta y la Serranía de la Makuira, verdadero oasis en la parte más alta del territorio.



Los Wayuu están organizados en clanes heredados por línea materna, cada uno de los cuales se relaciona con un animal o totems y están representados por herrajes, que además de ser un símbolo familiar se utilizan para marcar los semovientes.


Uliana, Epieyuu, Aapüshana, Uliyuu, Iipuana, Püshaina, Sapuana, Sijuana, Epinayuu, Juusayuu, Uraliyuu, Jirnuu, Jaya´liyuu, Paüsayuu, Urualiyuu... son algunos de los nombres entre una treintena de clanes Wayuu.


La mujer permanece en el hogar tejiendo, protegiendo sus hijos y cuidando la casa. Su sola presencia en la ranchería es símbolo de respeto y unidad. Durante los primeros años las mujeres trasmiten las tradiciones, creencias, valores, costumbres y el comportamiento ante los demás miembros de la comunidad Wayuu. Cuando la niña crece, durante el "encierro", süttüsü paülü´üle enseña las labores del tejido y su papel como mujer.

EI hombre casi nunca permanece en el rancho; distribuye su tiempo entre las labores que le son propias y las mujeres que posee.
Los hombres mayores enseñan a los jóvenes los trabajos masculinos como la caza, la pesca el pastoreo de cabras, la extracción de sal; la construcción de las viviendas, corrales techos y cercas.
Los adiestran en el cuidado y manejo de las bestias y en las carreras de caballos.


Sin embargo, la responsabilidad de la educación, de sus hijos y de sus actos, no recae sobre el padre sino sobre la familia materna, particularmente en el tío, al cual heredarán cuando éste muera.


TÜÜ A´ANAAKAT EL TEJIDO


 

Para los Wayuu

el saber tejer es símbolo de juicio,

creatividad, inteligencia.

En fin, de sabiduria!

 
Los viejos Wayuu

transmiten a sus hijos y nietos

el arte del tejido.



Ser mujer ... es saber tejer!



La joven aprende las labores del tejido en el encierro.
Su madre, su abuela y sus tías maternas, le enseñan a hilar, a torcer hilos. A manejar el telar para tejer hamacas, chinchorros y fajas. A elaborar cordones y mochilas.
A comportarse como una mujer Wayuu.

El aprendizaje del hombre es bien diferente al de la mujer.
Observando a sus mayores. Los jóvenes aprenden a tejer los aperos de burros y de caballos, como la cincha, la esterilla, la grupera y los cabezales
Fibras e hilos

Los Wayuu hilan el algodón silvestre, el aipisü, el magüey en mecha y otras fibras naturales propias de la región.
Tuercen cintas de cuero de chivo o de res para formar hilos, cuerdas y cordeles. Retuercen el algodón y la lana industrial para los tejidos finos, además de los hilos gastados que reutilizan en los tejidos "de segunda".

 

Fuente: Título: Wale Keru. Tomo 1
Fecha de publicación:

Autor: Pocaterra, Jorge, tr; Ramírez Zapata, Martha

Palabras clave: Indígenas de Colombia
Temas: Indígenas de Colombia

Descripción: Libro editado por Artesanías de Colombia, en donde describe los usos y procesos de las artesanías de la cultura wayuu

Biblioteca Luis Angel Arango 
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/modosycostumbres/wake1/indice.htm


 


Oro, petróleo y mermelada


De: El blog del Maistro




El otro día descubrieron oro y petróleo en el jardín de la casa de Fulano. Es un jardín grande, por eso Fulano pidió precisiones:
“¿Dónde ah?”
Los ingenieros le explicaron que el portento ocurría entre el mango y el durazno, justo donde Fulano suele colgar su hamaca. Los representantes del Estado le comentaron, además, que existen empresas interesadísimas en invertir.
“Es mucho dinero”, le comentaron con ansiedad.
“No me interesa”, respondió Fulano.
“¿Está usted loco?”, preguntó uno de los representantes del Estado, con la desesperación dibujada en su rostro.
Fulano mantuvo la calma. Tenía claro que aquellas personas no comprenderían el placer que siente cada vez que se deja llevar por el suave movimiento de la hamaca. Tampoco entenderían la suavidad con la que lo acarician las sombras de las hojas de aquellos dos árboles frondosos. Y mucho menos concebirían que su espíritu se alimenta con los nutritivos susurros con los que le hablan los dioses que animan al durazno y al mango.
“No me interesa”, insistió Fulano.
“¿Sabe que los recursos del subsuelo pertenecen a la Nación?”, insinuó uno de los representantes del Estado con voz amenazante.
“Va a traer riqueza a la zona”, dijo otro con voz  seductora.
“Si quiere le preguntamos a mis vecinos”, concedió Fulano, confiado en que sus vecinos gustaban de guarecerse a la sombra de aquellos árboles para saborear una agradable conversación o simplemente contemplar el movimiento de las nubes por entre la ramas de ese alto follaje.
“Mire, aquí traemos el estudio de impacto ambiental que ya adelantamos y donde dice que sus vecinos no se verán afectados”, dijo otro representante del Estado mientras exhibía un cuadernillo que sacó de su maletín.
Los vecinos llegaron y leyeron el estudio. No entendieron gran cosa y los representantes del Estado les explicaron que tan sólo tumbarían el durazno y el mango y… los vecinos los detuvieron en seco:
“No nos interesa”.
“Pero recibirán mucho dinero”, volvieron a seducir los representantes del Estado.
La plata es lo de menos, señores“, intentó explicar Fulano.
“¿Acaso no necesitan escuelas, posta médica… desarrollo?”, dijo atropelladamente uno de los sujetos.
“Pues sí”, respondió Fulano, “si vendiéramos mejor…”
El representante del Estado señaló su reloj de pulsera: “esto es oro puro, ¿acaso no les gusta?”
Fulano contempló fascinado la joya y afirmó:
“Está muy bonito”.
“Ustedes podría comprar muchos de estos relojes si explotamos el oro y el petróleo de aquí”.
Y Fulano preguntó:
“¿Y por qué no le cambio su reloj de oro por la mermelada de mango que prepara mi esposa con los mangos que da este árbol?… crece sobre el oro… se alimenta de oro… ¡es una mermelada de oro!”
El representante del Estado quiso explicar:
“Es que su mermelada no vale lo mismo que mi reloj”.
“Ese es el problema”, dijo Fulano, “¿por qué no valora la mermelada que mi esposa prepara con los mangos que da este árbol igual que su reloj? Si la comprara a un mejor precio entonces no tendríamos que tumbar mis árboles y nosotros tendríamos el dinero que me ofrecen sus inversionistas”.
“Sólo Dios sabe”, concedió el representante del Estado.


Hamacas, un tesoro por rescatar...
La Hamaca es uno de los objetos centrales de la cultura mestiza e indígena de Colombia. En ella no sólo se sueña: también se nace, se muere y se hace el amor.
Los arqueólogos creen que la hamaca apareció en América hace unos 1.000 años, pero hay otros que dicen que viene de la Polinesia. Por su uso extendido en Centroamérica, muchos aseguran que la inventaron los mayas, pero de acuerdo con los datos antropológicos, lo más seguro es que provenga de la cultura arawak, un conjunto de pueblos que a la llegada de los españoles se extendía por todo el norte de Suramérica.
El primer registro escrito sobre la hamaca proviene de los diarios de Colón y data del miércoles 17 de octubre de 1492. Ese día, el genovés y sus hombres visitaron la isla antillana de Fernandina, donde encontraron que las casas de sus habitantes "eran de dentro muy barridas y limpias, y sus camas y paramentos de cosas que son como redes de algodón". 


Fue el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo, en 1537, quien la describió en detalle por primera vez: "bien es que se diga qué camas tienen los indios en esta isla española, a la cual cama llaman hamaca; y es de aquesta manera: una manta tejida en parte, y en partes abierta, a escaques cruzados, hecha red (porque sea más fresca). Y es de algodón hilado de mano de las indias, la cual tiene de luengo diez o doce palmos, y más o menos, y del ancho que quieren que tenga...", dice en su Historia General y Natural de las Indias. Y Fray Bartolomé de Las Casas afirmó que "dormir en ellas cosa es descansada" y que en el verano europeo "serían harto estimadas".

Sin embargo, mucho antes de que llegaran los conquistadores y los cronistas, los indígenas de Colombia ya tenían bien establecida su propia imaginería sobre la hamaca. Los wayuu de La Guajira dicen que fue la araña de nombre Waleker la que les enseñó a tejer sus lechos aéreos. Consagrada artesana, tenía siempre listos sus tejidos al amanecer y fue además la que les mostró los diseños abstractos con que suelen adornarlos.


Por su parte, los zenú de las sabanas de Cesar, y parte de Sucre y Bolívar, tenían por costumbre que el novio le enviara a la novia una hamaca de algodón como símbolo del casamiento. También la usaban en los ritos funerarios como el lugar de reposo de los muertos embalsamados antes del entierro, y como el depósito en el que ofrendaban el oro a sus dioses.

El zenú fue un pueblo guerrero en el que las mujeres podían gobernar, ejercer la autoridad religiosa y hasta combatir al lado de los hombres. Fueron exterminados por su resistencia tenaz, pero fue esa misma tenacidad -sobre todo la de las mujeres- la que no dejó morir la tradición de la tejeduría. Hoy las artesanas de pueblos como San Jacinto, Morroa, Sampués y Corozal -donde siglos antes vivieron los zenú- son las principales productoras de las hamacas que se venden en Colombia y en el exterior. 


Las tejen como lo hacían sus ancestros indígenas: con hilaza de algodón y en un telar vertical, amplio y rectangular instalado en el patio interior de la casa. Este es un espacio abierto con techo de palma y comunicado con la cocina, el lavadero, las habitaciones y el patio, para no desatender las labores domésticas mientras se teje. El oficio se hereda como un legado de familia y las primeras lecciones frente al telar son la prueba de que una niña ha llegado al uso de razón. Todas empiezan tejiendo fajas y fajoncitos y desde pequeñas se hace evidente, como en cualquier arte, la destreza y el talento de la tejedora. Y también su carácter, pues no es lo mismo una que teja 'apreta'o', que una que teja flojo, finito o 'paletia'o'.

La hamaca y el chinchorro también son parte central de la cultura wayuu. Los tienen de uso exclusivo, para recibir invitados o llevar de viaje; de uso cotidiano, que permanecen guindadas dentro del rancho, y de descanso, dispuestas fuera del rancho en la enramada, donde se lleva a cabo la vida social de los wayuu. Los hay sencillos y dobles, de primera y de segunda, de un solo color o multicolores, con franjas, con rayas o con motivos geométricos. O, como en el caso las de las tejedoras de los Montes de María, con imágenes de animales y hombres y con historias enteras narradas en su urdimbre.


Por ser liviana, fresca y fácilmente transportable, la hamaca logró colonizar el territorio colombiano, sobre todo el de las tierras calientes, donde es esencial para cuidar el sueño de animales rastreros como culebras y alacranes. No es exagerado afirmar que de La Guajira al Amazonas y de Arauca a Chocó, la hamaca es uno de los objetos más importantes de la vida indígena y mestiza de Colombia. Es mucho más que una cama en el aire. Mecido en una hamaca Simón Bolívar urdió durante largos años las guerras de independencia. Y en una hamaca, durante siglos y siglos, los pobladores de Colombia han soñado, han transportado a los caciques y los enfermos, han hecho la siesta y el amor, han ofrendado el oro a los dioses, han nacido, parido y muerto.

*Periodista de SEMANA.
fuente: revista semana, Sábado 24 Junio 2006

martes, 3 de abril de 2012

Hamacas de Yucatan


Historia de una de las hamacas mas tradicionales y admiradas en el mundo



Cuando Cristóbal Colón desembarcó en América, conoció por primera vez a la hamaca, llamada por los indígenas de las Antillas ini. Colón observaba con mucha curiosidad cómo los nativos descansaban plácidamente en ellas. Al regresar a España, se llevó algunas hamacas que resultaron muy prácticas para los marineros, las hamacas reducían el espacio destinado para las camas en los buques y mantenían a los tripulantes frescos a la hora del reposo.

Para tener una idea de la importancia de la hamaca yucateca, cabe señalar que junto con la miel ocupa un destacado lugar como producto nativo de exportación del Estado (México).

Vendedora de hamacas en las playas mejicanas.
En comparación con las hamacas que se producen en otros estados de la República, la yucateca tiene un tejido más cerrado y consistente, aspectos en los que es determinante la tradición artesanal de la región.

En cuanto a su uso entre la población de la península de Yucatán, está generalizado en las comunidades rurales como único medio para dormir. No así en las ciudades como Mérida, Campeche y Cancún donde una buena parte de la población alterna en su descanso cotidiano el uso de la cama durante la época de frío y el de la hamaca en los meses más calurosos.

Según el Censo de 1990, la población de Tixcacalcupul asciende a 1891 habitantes (Inegi 1991). En la mayoría de las familias se combina el trabajo en la milpa con la elaboración de dos artesanías que son el bordado de hipiles y el urdido de hamacas. En relación a esta última, Tixcacalcupul se ha distinguido desde tiempo atrás por la calidad de su producción (Terán y Rasmussen 1982).

Según relatan los viejos de la comunidad, desde inicios del siglo XIX cada familia elaboraba sus propias hamacas con instrumentos que eran obtenidos del monte por sus integrantes, utilizando las fibras procedentes de dos agaves regionales: el ki o henequén (Agave sisalana Perr) y el che elem (Agave fourcroides).



La hamaca antes de 1950

En la primera mitad de este siglo y aun antes, la elaboración tradicional de una hamaca implicaba el conocimiento y manejo de la selva baja característica de Yucatán, de dónde se extraían todos los elementos necesarios para su fabricación.

La fibra más utilizada era la de kij o henequén que se sembraba preferentemente en los solares de las casas. El periodo de crecimiento normal de la planta fluctuaba entre cinco o seis años, a partir de los cuales ya se podían hacer cortes para el aprovechamiento de la misma.

La participación de todos los integrantes de la familia en la elaboración de hamacas era más evidente en el proceso del corchado, ya que la obtención de las materias primas y fabricación de los instrumentos de trabajo recaía en el jefe de familia y en los hijos mayores. Para corchar casi siempre se prefería trabajar antes de que saliera el sol debido a que el fresco y la humedad de la mañana le da mayor maleabilidad a la fibra.




De los años sesenta hasta la actualidad

Ya en la segunda mitad del siglo veinte, con la introducción del hilo de algodón y el de nylon, que trae aparejada la creación de nuevas puntadas para urdir y la aparición del color como un elemento fundamental del diseño de una hamaca; con el cambio en el tipo de bastidor y la apertura del mercado nacional e internacional, el proceso de producción de la hamaca se redefine totalmente.
En cuanto a la forma de obtención de la materia prima, el dinero pasa a ser el elemento indispensable para iniciar el ciclo de producción, dando lugar con ello a una dependencia de las familias más pobres hacia los intermediarios que les proporcionan el hilo que no pueden adquirir por sí mismos.

Al no depender del conocimiento y manejo del medio natural para la obtención de las fibras y de los instrumentos de trabajo, una de las primeras transformaciones es que, en términos generales, el hombre deja de participar en la elaboración de las hamacas, quedando así como una actividad predominantemente femenina. Es la mujer de la casa la que va a decidir, en base a las condiciones económicas del hogar y de su disponibilidad de tiempo, cuándo se elabora una hamaca y si ésta tendrá un fin comercial o será para autoconsumo.



Los usos de la hamaca

Un repaso de los usos más importantes que se dan a la hamaca en el medio rural aún hoy día, nos permite introducirnos en la vida cotidiana de las comunidades y darnos cuenta de cómo este objeto es punto de confluencia de su vida social. Estos usos son:



                        -para la reproducción humana

 Con respecto a la hamaca como lugar de reproducción humana nos limitaremos a mencionar que, entre algunas familias del área rural, se acostumbra que en las vísperas del matrimonio, la futura esposa urda una “hamaca grande” para compartirla con su marido después de la boda.

                        -como mesa de parto

Para las personas de la ciudad puede parecer increíble que una hamaca pueda usarse como mesa de parto, pero para la gran mayoría de las mujeres de los pueblos quienes por generaciones han nacido, visto crecer y morir a su familia en una hamaca, es lo más natural. Las parteras del medio rural, al igual que las mujeres embarazadas, opinan que dar a luz en una hamaca es mucho más cómodo que en una cama. El primer argumento que utilizan es con respecto a la adaptabilidad de la hamaca a su cuerpo ya que en el momento del parto, la embarazada tiene de donde agarrase para hacer fuerza. Por otro lado, para una mujer embarazada es mucho más cómodo acostarse y levantarse de una hamaca que de una cama debido a que la primera, además de ser mucho más fresca, puede colocarse a la altura que se desee.


                        -como cuna
El utilizar la hamaca como cuna es una costumbre bastante común, aun fuera del medio rural. Esto se debe a las características propias de la hamaca, a la que se le puede subir las orillas por medio de un nudo convirtiéndolo así en un lugar seguro y fresco para los niños. De esta manera se les sitúa, al mismo tiempo, lejos del suelo y de los animales. Además de todas las ventajas antes mencionadas, la utilización de la hamaca como cuna le permite a la madre sentarse junto a su niño y mecerlo, lo cual hasta ahora no se puede hacer en ninguna cuna convencional.

                        -como auxiliar de cacería

La hamaca como auxiliar de cacería también desempeña un papel muy importante, ya que como sabemos esta actividad forma parte de las estrategias de sobrevivencia de las familias en el medio rural. La cacería la realizan de dos diferentes manera: una es la llamada “hacer la batida” y la otra “ir a espiar”. Esta última se lleva a cabo durante o un poco después de los meses de lluvia y consiste en encontrar algún lugar donde, de forma natural, se haya almacenado agua; cerca de allí, el cazador elige un árbol para esperar a su presa. Así las cosas, puede colgar su hamaca entre las ramas de los árboles para hacer más soportable la espera.


                        -como instrumento de curación

La técnica en donde se utiliza la hamaca como instrumento para curar algunos dolores de espalda, por desgracia no es muy difundida. Sin embargo algunas familias la utilizan y consiste en enrollar la hamaca alrededor de la arte adolorida de la persona (quien se encuentra de pie) y jalar los extremos de la hamaca para que esta haga presión. Las familias que han utilizado la hamaca de esta forma opinan que con la presión, los huesos regresan a su lugar.

                        -como recurso para desgranar

En Yucatán, al igual que en el resto del país, la alimentación se basa en el consumo de granos, principalmente maíz y frijol. Las hamacas hechas con las técnicas antiguas, o sea las de henequén permiten desgranar de forma más rápida y con menos dificultad que con las manos. La técnica consiste en colocar al interior de la hamaca lo que se desea desgranar, cerrarla bien y golpearla con un palo, de forma tal que los granos van cayendo al suelo y la cáscara se queda en la hamaca. En la actualidad no muchas familias recurren a esta estrategia, debido a que no poseen hamacas gruesas como las de antes y las actuales corren el riesgo de romperse.

                        -como medio de descanso

El utilizar la hamaca para sentarse es también una antigua costumbre en el medio rural. Las familias de menos recursos por lo general sólo cuentan con una mesa y dos o tres sillas y en algunos casos ni siquiera disponen de estas cosas, ya que por tradición se sientan en banquillos, sobre todo a la hora de la comida que se realiza en torno a una pequeña mesa de tres patas y junto al fogón donde se hacen las tortillas.  
Debido a las costumbres antes descritas, las sillas casi nunca son suficientes para todos los miembros de la familia y menos para las visitas, por lo tanto se recurre a las hamacas como asiento además de que son mucho más cómodas. El hecho de que la llegar una visita se le ceda una silla o un banquillo es una muestra de cortesía y amabilidad, pero el que se le ofrezca una hamaca va más allá de eso, casi siempre significa un gesto de confianza y aceptación por parte de los anfitriones.

Además de todos los usos que se han mencionado, uno de los más importantes sigue siendo el utilizar la hamaca para descansar, cómodamente toda la noche, a este respecto, las personas ancianas opinan que las hamacas hechas con hilos de agave son mucho mejores que las de algodón o fibras sintéticas, ya que estas últimas en la época de calor son muy calientes y en la de frío son muy frías. Además, debajo de las hamacan de nylon no pueden colocarse pedazos de leña medio prendidos para dormir con temperatura agradable, ya que corren el riesgo de que con el calor se derrita la fibra sintética y la persona se caiga de la hamaca, como le ha sucedido a algunos.





Bibliografía


Arceo Vargas, Jorge A. 1992: De artesanías a mercancías artesanales en Tixcacalcupul, Yucatán. Tesis de licenciatura. Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, Yucatán.

Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática 1992: Yucatán. Resultados definitivos. Datos por localidad. XI Censo General de Población y Vivienda, 1990, México. Mérida, Yucatán.

Landa, Fray Diego de 1978: Relación de las Cosas de Yucatán. Editorial Porrúa, México.

Martínez Maximino 1987: Catálogo de Nombres Vulgares y Científicos de Plantas Mexicanas, FCE, México.

Terán Silvia y Rasmussen, Christian 1981: Artesanías de Yucatán, PESIP/Arte y Comunicaciones/SEP, Mérida, México.

Secretaría de Comercio y Fomento Industrial. Certificados de Origen 1993: Cuadros “Valor de las exportaciones de hamacas 1991 y 1992”. Delegación Federal en Mérida, Yucatán. Dirección de Análisis y Promoción Económica, Mérida, Yucatán.

editado por Hamaquiando

Entregar los tesoros 

J. Arturo Sánchez Trujillo.


 Ilustración Cachorro


Sobre Hijos del tiempo y las andanzas del poeta Raúl Gómez Jattin en Medellín.


Mi amigo el poeta Raúl Gómez Jattin, a quien conocí en el Tercer Festival Internacional de Poesía en Medellín, dejó muchos recuerdos en la ciudad. Aquí fuimos cómplices de aventuras surrealistas, humeantes saraos y múltiples episodios quijotescos, durante los meses crudamente alucinantes del año 1993.

Le habíamos rescatado de una cárcel en Cartagena, donde lo encerraron por consumidor inaceptado y otras cosillas nada santas, a las que se atrevía en su diario peregrinar por las murallas, donde asustaba y asombraba a turistas con su verbo, su pose y sus candelas. Enviamos una carta invitándolo al evento y pidiendo su libertad; la misiva llegó como lotería premiada justo hasta la dirección del presidio; fue una oportunidad que no desaprovecharon sus carceleros, para EXTRADITARLO A MEDELLÍN y asegurarse de no verlo más alternando pilatunas con el campeón Kid Pambelé, en sus irreverentes cosas de "poeta maldito" por las calles de la llamada heroica. De paso, los moralistas suspiraron contentos.

Su venida fue motivo, quién lo creyera, de largas discusiones con algunos asustados miembros del comité organizador del Festival, que le tenían miedo y envidia revuelta, no solo por su particular y casi siempre incómoda manera de vivir sin límites, sino además por el brillo de su pluma. Al final pusieron una difícil condición para su venida: alguien del mismísimo comité organizador tenía que hacerse responsable de su control, y yo alcé la mano. Aunque eso, sobra decirlo, era imposible no solo por él, sino porque yo no garantizaba ni siquiera conmigo los controles que querían los poetas del paraíso. "Bueno —dijeron torciendo sus ojos—, un loco cuida otro loco".

Por aquí estuvo varias semanas y se robó como nadie la atención, admiración y aplausos del público de abajo y de arriba, que coreaba su nombre como lo hacen con los jugadores de fútbol en los estadios. Esto desató la ira y el celo tanto de algunos estirados escritores, como del más taimado trásfuga del Festival, ese oscuro demagogo de la "fraternidad poética" que terminó interesándose más por los números que por las letras. Así que trataron de sacarlo de programaciones consideradas problemáticas, con el fin de evadir sus indirectas y zafadas irónicas en tarima, y utilizando sutiles artimañas le pusieron algunas zancadillas seguras, de manera que, junto con su imprevisible edecán, cayera duro contra el pavimento.

Lo que ocurrió en estos días de estadía de Jattin en la pobre Villa del Aburrá fue de película. El director de cine Víctor Gaviria lo filmó y con él nos divertimos muy amistosamente en un libreto improvisado con mucho azúcar. Como los politiqueros de turno empezaron a ver votos en las multitudes de jóvenes que asistían a las lecturas de poesía, no demoraron en acercarse, deseosos de empeñar y empañar el carácter libertario del evento. En esas, el alcalde de turno nos dio dizque las llaves de la ciudad y en los jardines de su propia alcaldía le hicimos humo.

Terminado el Festival, Jattin tuvo que internarse en el hospital mental. "Qué hago cuando se te corra bien la teja", le pregunté el domingo que llegó, y me dijo: "¡Eche no joda! ¡Tranquilo! Me llevas a una cárcel mental que ahí la paso tomando nota y mamando gallo". Cuando fui a la primera visita él mismo me abrió la puerta del patio y me presentó a un fortachón que supuestamente lo vigilaba, le pidió prestada una grabadora para que oyéramos a su amigo Serrat mientras otros internos le hacían ruedo, y pasando por la administración, ordenó con mucha seguridad la hora exacta de sus pepas. En los quince días de atención en el siquiátrico fue pues rey y señor, respetado, atendido y obedecido.

El músico Alfredo de la Fe fue al hospital a darle aliento y plata, pero él le murmuró que no se equivocara pensando que estaba enfermo, que era en esos patios donde acrisolaba su obra. Y hasta Pablo Escobar trató de contactarlo deseando que le escribiera no sé qué cosas, utilizando para ello a un pistoloco suyo que estaba en terapia, el cual apenas dado de alta cursó gentil invitación "a un sancocho en Envigado". Sin embargo el día de la comilona aquella no cumplió la cita: estábamos intercambiando versos y fumarolas masoquistas en el aeropuerto de la Universidad de Antioquia, al pie de las raíces del caucho mayor que los usuarios empezaron a llamar el árbol de Jattin.

Cuando el poeta decidió alargar su visita indefinidamente, argumentando que no quería volver a la calurosa cárcel de Cartagena, creció la encrucijada y alta preocupación de algunos zascandiles. Tratamos de alojarlo en un hotel distinto al Ambassador, lugar de albergue de los invitados al Festival, donde fue vetado irrevocablemente. Pero cuando llegábamos a los trámites, como quiera que él gesticulaba manoteando al aire en soliloquios, siempre nos cerraban el paso y nos señalaban la puerta de salida desde la recepción.

Milagrosamente logramos que en la villa deportiva, lugar de paso de los jóvenes gimnastas de provincia, se le asignara una habitación, pero eso solo duró una noche. La directora, después de expulsarlo la mañana siguiente, llamó histérica a la oficina del Festival diciendo que se la había pasado toda la noche "andando en cueros y fumando porquerías en los corredores". De inmediato, con la negra, abogada parcera del bailoteo y la salsa en los bares de Carabobo, conseguí que se le arrendara un cuarto en una vieja casucha acondicionada como hospedaje por un policía jubilado. Por una extraña casualidad del destino quedaba en las fronteras con el barrio Niquitao, desde donde el poeta pasaba como saliendo al solar a los traviesos escondites de la corraleja. De allí regresaba a sus habitaciones, levitando con sendos camaradas y sendas consecuencias.

Una noche me llamaron a eso de las tres de la mañana a mi refugio transitorio, donde una muy querida musa me daba albergue. A gritos y angustiado, un hombre me conminó: "¡Oiga! ¡Oiga! Usted es el Jota, el encargado del loco. Venga por ese jueputa que lo eché, y no respondo… Ahí está empelota tirándole piedras a la casa. ¿Oye esos trancazos? Son piedras que está tirando a la puerta".


Enmochilé una pantaloneta de mi querida que sabía le quedaba al gigante poeta, por ser ella de generosas caderas. Me demoré una hora larga en llegar porque no pasaban buses y no alcanzaba el billete para un taxi, puesto que ya el de los hilos y la bolsa del Festival había decidido cerrar puertas y ayudas. Ese mismo "angelito" se tomó a renglón seguido el derecho de amenazar con el ostracismo a Jattin, el reconocido poeta de las letras colombianas, y a este su casual escudero: "Donde estén, no estoy yo, y el que ande con ellos, no viene conmigo", rabió.

Encontré a Jattin en la acera como si fuera Adán antes de Eva pero ya con la serpiente: elevaba sus ojos al cielo, meditando y bañado en un picante perfume. Se enmelcochó con un frasco de pachulí, el único equipaje que le dejaron sus amigos de Niquitao: "Me lo robaron todo Jotica —informó cuando lo sacudí—. Solo quedó este perfume de rosas y el I Ching que usted me regaló, ahí está guardado en el ventorrillo de la esquina".

Se vistió, si se puede decir eso. "Pilas hermano que estamos en cero y en la mira", alerté pidiendo que le bajara un poco al acelerador. Como si nada me contestó sonriente, "¡Epa! ¡Qué me vas a decir tu güevadas! Si mi vida y mis cosas les asustan, las tuyas les dan miedo". Luego fuimos por el libro de los cambios, lo recuperamos con mil pesos; los 500 que quedaban sirvieron para ofrecerle un fatal café con leche en un tintiadero nocturno. Sucedió que la bebida trajo consigo una nata. De inmediato, con sonoro palmoteo, Jattin exigió que se lo cambiaran. "No sea marica —le refunfuñó al de la venta—, le he dicho que me dé el café bien limpiecito". Sin mediar palabra, el fulano aludido, que parecía conocerlo, sacó una peinilla con el gran interés de aplancharlo. Me les puse en medio: "No ve que está enfermo"; pero el hombre gritó furioso: "Yo también estoy loco, malparidos", y tuvimos que emprender las del correcaminos por las aún oscuridades de la Oriental con Amador.

A esa hora en el reloj de las tragicomedias estábamos ardiendo en la pira. Pagando el precio que tienen que pagar quienes siendo leales a su poesía viven y sienten como son, y parecen recordarle al mundo desde la contracorriente que esto no es el Edén, que hay llagas por tocar con un poco de metáforas ácidas, pero además, que la poesía no es solo o sobretodo un asunto de timoratos enmielados, de falsos románticos cantándole al poder, a inexistentes amores de sillas barrocas o a las florecitas.

Estábamos embalados. Muchos se escurrían en la esquina cuando veían merodeando a Jattin en lontananza y más aún si estaba conmigo. Ni en La Arteria, ni en el parque del Guanábano. Ni en La Boa, ni en Pastelería Santa Elena. Ni en El Jurídico, ni en Salón Versalles. Ni en La Polonesa… ni en parte alguna nos admitían. Solo nos quedaba el amplio y fresco paisaje siempre maleducado de Medellín. Los aduladores ya se habían gastado los aplausos, detrás de los cuales, se sabe, no faltan las patadas. Al final de esta aventura, considerados violadores de leyes sagradas, terroristas de la palabra contra la normalidad y las hipócritas costumbres paisas, todo nos terminó muy mal. Fuimos tirados al infierno de los poetas que es su mismo cielo: la calle. Sacrosantos motivos tendrían.

Esto es el pico de lo ocurrido, porque pasaron otras muchas cosas dignas de relatar que bien podrían ser un capítulo anexo de Las mil y una noches, en un lugar de las manchas de Medellín. Algún día sin duda lo terminaremos de hacer, evitando que estas extraordinarias historias sean ignoradas por saltimbanquis de pasarela que quieren hablar, registrar y compartir solo glorias mentirosas repletas de egos mesiánicos. Reseñaré algunas que me encalambran la lengua. A saber, el tragicómico rescate de su poemario El esplendor de la mariposa, de las bodegas del aeropuerto. De cuando Jattin expulsara a su antiguo siquiatra y lanzara diatribas a un reconocido poeta en la lectura de la Biblioteca Pública Piloto. Acerca del encuentro y rosario de besos con León Zuleta en La Arteria. El incidente de una palmadita en el culo con unos bandidos que por poco le dan un balazo. De cómo dejó a un numeroso público en el recital extraoficial del paraninfo, prefiriendo comer sandía en el parque. El curioso caso de la revisión y los tachones que hiciera en la fiesta de salida del manicomio a algunas dedicatorias de sus poemas. Las minucias de aquel viernes, cuando rompiendo las últimas camisas de fuerza se despidió de las oficinas del Festival con dos frases cortas dirigidas al director: "Ajá, ¿qué verga es esta? Usted ni siquiera es humano".

En fin, hay tanto que espulgar aquí que ya me he pasado en cuartillas. Lo que quería en esta nota, además de rememorar unas cosas, era presentar a la vista y recordar la bella edición de Hijos del tiempo, publicación que Raúl Gómez Jattin dedicara a la pintora Bibiana Vélez Cobo, su ilustradora y gran amiga, que lo acompañó como nadie esa vez en su trajín desde la cárcel, superando innumerables obstáculos para que participara en el Festival de Poesía en Medellín. Este fue un texto que Raúl dejó olvidado en mi refugio y que siempre guardé como un valioso tesoro ajeno, esperando devolverlo a su dueña. A ella, de puño y letra el poeta le escribió en su primera página: "para el hada bibiana. La de alas de hielo y fuego. La que tiene en las manos los colores de la noche y el día".

Hoy me ha llegado la respuesta de un correo que le mandé hace meses a Bibiana. La he localizado en España después de 18 años de búsqueda. Me dice que viene a Medellín, que está preparando una exposición sobre Jattin en Bogotá, donde se exhibirá dicho libro. En uno de tantos lugares del centro de Medellín, donde queda el aroma y el humo de estas andanzas, le entregaré su tesoro a Bibiana. Nunca me olvido de entregar los tesoros ajenos.

Fuente:
Revista Universocentro, Número 32 - Marzo de 2012
http://www.universocentro.com/NUMERO32/Entregarlostesoros.aspx