jueves, 19 de abril de 2012


Oro, petróleo y mermelada


De: El blog del Maistro




El otro día descubrieron oro y petróleo en el jardín de la casa de Fulano. Es un jardín grande, por eso Fulano pidió precisiones:
“¿Dónde ah?”
Los ingenieros le explicaron que el portento ocurría entre el mango y el durazno, justo donde Fulano suele colgar su hamaca. Los representantes del Estado le comentaron, además, que existen empresas interesadísimas en invertir.
“Es mucho dinero”, le comentaron con ansiedad.
“No me interesa”, respondió Fulano.
“¿Está usted loco?”, preguntó uno de los representantes del Estado, con la desesperación dibujada en su rostro.
Fulano mantuvo la calma. Tenía claro que aquellas personas no comprenderían el placer que siente cada vez que se deja llevar por el suave movimiento de la hamaca. Tampoco entenderían la suavidad con la que lo acarician las sombras de las hojas de aquellos dos árboles frondosos. Y mucho menos concebirían que su espíritu se alimenta con los nutritivos susurros con los que le hablan los dioses que animan al durazno y al mango.
“No me interesa”, insistió Fulano.
“¿Sabe que los recursos del subsuelo pertenecen a la Nación?”, insinuó uno de los representantes del Estado con voz amenazante.
“Va a traer riqueza a la zona”, dijo otro con voz  seductora.
“Si quiere le preguntamos a mis vecinos”, concedió Fulano, confiado en que sus vecinos gustaban de guarecerse a la sombra de aquellos árboles para saborear una agradable conversación o simplemente contemplar el movimiento de las nubes por entre la ramas de ese alto follaje.
“Mire, aquí traemos el estudio de impacto ambiental que ya adelantamos y donde dice que sus vecinos no se verán afectados”, dijo otro representante del Estado mientras exhibía un cuadernillo que sacó de su maletín.
Los vecinos llegaron y leyeron el estudio. No entendieron gran cosa y los representantes del Estado les explicaron que tan sólo tumbarían el durazno y el mango y… los vecinos los detuvieron en seco:
“No nos interesa”.
“Pero recibirán mucho dinero”, volvieron a seducir los representantes del Estado.
La plata es lo de menos, señores“, intentó explicar Fulano.
“¿Acaso no necesitan escuelas, posta médica… desarrollo?”, dijo atropelladamente uno de los sujetos.
“Pues sí”, respondió Fulano, “si vendiéramos mejor…”
El representante del Estado señaló su reloj de pulsera: “esto es oro puro, ¿acaso no les gusta?”
Fulano contempló fascinado la joya y afirmó:
“Está muy bonito”.
“Ustedes podría comprar muchos de estos relojes si explotamos el oro y el petróleo de aquí”.
Y Fulano preguntó:
“¿Y por qué no le cambio su reloj de oro por la mermelada de mango que prepara mi esposa con los mangos que da este árbol?… crece sobre el oro… se alimenta de oro… ¡es una mermelada de oro!”
El representante del Estado quiso explicar:
“Es que su mermelada no vale lo mismo que mi reloj”.
“Ese es el problema”, dijo Fulano, “¿por qué no valora la mermelada que mi esposa prepara con los mangos que da este árbol igual que su reloj? Si la comprara a un mejor precio entonces no tendríamos que tumbar mis árboles y nosotros tendríamos el dinero que me ofrecen sus inversionistas”.
“Sólo Dios sabe”, concedió el representante del Estado.

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